Félix siempre fue un ‘espíritu libre’. Sus ideas, su manera de vivir, sus excentricidades le condicionaron desde niño. Él nunca claudicó, rechazó el enfrentamiento pero no se adaptó a trabajos esclavos, una familia extenuante, amigos superficiales o tanta tecnología invasiva.
Aquella mañana hizo su maleta de supervivencia y empezó a calentar los motores del cohete que llevaba armando durante meses (por fin acabó un coleccionable).
El despegue fue un éxito, lo que vendría después sería una vida insegura pero sin duda apasionante y valdría la pena.